domingo, 8 de septiembre de 2013

La niebla


        Mi bebida ya casi la acababa. Si era la cuarta o la quinta no lo recuerdo, pero tenía ya tiempo tomando. Nadie más se encontraba sentado a mi mesa y lo único que estaba haciendo era observar la pista que se encontraba debajo. En la pista sonaba fuerte la música electrónica y si hubiera estado de mejor modo me hubiese encantado, pero esta vez eso no importaba. ¿Por qué me había cortado? ¿Por qué? ¿Qué había pasado? En mi cabeza le daba vueltas a todo lo ocurrido, a todo lo dicho, tratando de encontrar la razón.
La música sonaba fuerte en la discoteca y las personas parecían muy animadas pero seguía pensando en ella, en lo que sucedió. Nos queríamos mucho y la pasábamos bien juntos, siempre riendo, siempre felices, pero lo de este día no lo esperaba.
Ella estaba muy seria, no me decía nada, solamente me llevó al parque y nos sentamos en una banca. Fue cuando lo dijo; que ya no me quería, que no sentía nada por mí. Trate de que me explicara pero no supo que decir, solo dijo que estaba confundida y que quería estar sola, que había hablado con su ex y que era a él al que amaba y que por mí no sentía nada, que ahora estaría con él.
Eso fue lo que dijo, esa era su razón para que termináramos; sin siquiera haber tenido alguna oportunidad la había perdido, me había quedado sin ella y el patán que la había tratado tan mal se la había llevado. Era eso lo que más me disgustaba, lo que más disgustado me ponía; el hecho de que yo la había tratado bien, que le había dado mi cariño y que ella no lo valorara y que se fuera con quien tanto la había lastimado. Por eso estaba tomando, por eso estaba ahí, mientras en la pista las personas bailaban y se divertían, yo observaba y pensaba y mientras lo hacia la vi. Ahí estaba ella. Ahí estaba, feliz, bailando, divirtiéndose. No podía creerlo, pero era cierto, ella estaba como si nada mientras mi mundo caía a pedazos dentro de mí. Eso era todo, tenía que levantarme de mi silla y dirigirme a la salida. No podía soportarlo más, no podía observarla reír y bailar feliz con ese que se volvió mi enemigo. Atravesé la pista sin prestar mucha atención a la gente. Quería que ella me viera, que supiera que yo estaba ahí, pero no quería que supiera que la había visto. Camine lo más calmado que pude pero deprisa. Lo que quería era alejarme de ese lugar.
        ¡Maldita! ¡Maldita! ¡Maldita! como la estaba odiando. Yo sufriendo y ella tan feliz. Cuantas veces ella me había dicho que me quería mucho, me había abrazado y dado un beso en mi mejilla, pero todo eso era mentira. Todo fue mentira.
      Seguí pensando en todas esas cosas mientras avanzaba por las calles. Deseaba llegar a mi casa y alejarme lo más rápido que pudiera.
Las calles se iban abriendo amplias hacia mí, oscuras y frías. La luz de los semáforos brillaban en las esquinas, parpadeando, las tenues lámparas de los postes alumbraban el cruce de las calles, yo caminaba dirigiéndome hacia ellas, observando la soledad llenaba las calles, observando las desiertas y frías calles y pensando en ella, pensando que había sido muy feliz a su lado y que también ella lo fue.
        La noche se iba enfriando cada vez más mientras yo me adentraba por las calles adoquinadas de la ciudad, las mismas calles por las que habíamos caminado ella y yo, juntos, abrazados, enamorados.
Las luces de las lámparas se hacían más tenues mientras seguía avanzando, escuchando mis pasos y los ladridos de los perros.  Seguí avanzando por las oscuras calles, absorbido por mis pensamientos, pensando en mi vida y mis amores fracasados, sin darme cuenta de la niebla que se iba acrecentando.
La niebla invadió toda la calle absorbiendo cada rincón y cada silueta. La espesura de esta nata blanca se esparcía por todos los rincones. Me encontraba rodeado, inmerso, sumergido en este denso bloque blanco. Su humedad y su frio me empapaban, incluso mi interior se llenaba de esta blanquecina nata, inundando de frio mis pulmones.
        Con mi celular intenté sin lograrlo disipar esta sombra blanca. Los perros no ladraban ya, habían callado y con ellos los demás sonidos de la noche. El ruido blanco invadió todo. Di un paso y dudé si debía seguir. Voltee para observar la calle detrás, las luces de los semáforos aún lograban observarse levemente, más allá se encontraba la discoteca, ahí se encontraba ella, ella y todo lo que había ocurrido. No quedaba ya nada por que regresar, entonces, decidí seguir, decidí avanzar, dejándome llevar por la fría niebla que se encontraba frente a mí. Simplemente me dejé llevar, simplemente seguí adelante, dejé que la niebla me absorbiera, me adentré en ella y desaparecí.

M. C. B.

19 de Junio de 2013

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