Su esposa lo estaba esperando para cenar, él lo sabía
y ella también sabía que él podría tardar. Él le había advertido, pero eso no
cambiaba en nada la situación; ella lo estaba esperando, como muchas veces
antes, y él nuevamente llegaría tarde.
Había luchado mucho para conseguir este ascenso, para así poder tener
más dinero y poder vivir mejor los dos, tener una mejor casa y mejores cosas y
no preocuparse por cualquier situación económica. Desde hacía un año que
estaban casados y en tan poco tiempo él había alcanzado un puesto importante en
la empresa. Ahora tenía que trabajar aun más para conservar el nuevo puesto.
Este día llegaría tarde a casa, no podría llegar a la cita con su mujer. Debía
terminar de hacer el registro de las cuentas de la empresa.
Era ya muy noche
cuando llegó a su casa, la cena en los platos se había enfriado. Su esposa
dormía enojada en la cama. El comió lo que lo esperaba en la mesa, observo las
velas, las copas, el vino y el mantel nuevo, todo había sido preparado para una
ocasión especial; su aniversario. Cuando terminó se dirigió al cuarto. El ruido
de la puerta al entrar la despertó, comenzaron entonces los reclamos.
Discutieron por largo tiempo, ella argumentando, él defendiéndose y
explicándose. Ya estaba harta, harta de esa situación. Ya no lo soportaba, ya
llevaba soportándolo por cerca de tres meses y esto se repetía casi cada
semana. Él también ya no lo soportaba, sus reclamos, su incomprensión, así que
decidió no discutir más, se dio la media vuelta, tomo las llaves del auto en la
sala y salió de la casa.
Se metió en el
primer bar que encontró y comenzó a beber. Quería olvidar la discusión con
ella, quería olvidar todo lo que se habían dicho y daba tragos a su bebida como
si cada sorbo fuese a borrar las palabras o lo hechos de su memoria, pero los
recuerdos no se iban, se aferraban cada vez más a su mente.
A las cuatro de la mañana lo corrieron del bar, ya la mayoría de los
clientes se habían marchado, quedaban solo algunos pero ya era tarde, el
negocio debía cerrar. Molesto, se puso a buscar por la ciudad algún bar abierto
pero todos ya estaban cerrados, así que estacionó el auto frente a un parque y
esperó.
Aun seguía pensando
en lo que había pasado, aun seguía recordando lo que él había dicho y no quería
llegar todavía a casa. Sacó su cartera del bolsillo del pantalón, algo lo
impulsó a hacerlo, él sabía lo que encontraría ahí. Observó la fotografía de su
esposa y recordó el día que la vio con su vestido blanco, el día que la miró y
supo que ella era la mujer más hermosa del mundo. Había pasado justo un año y
él no había pensado en eso. El trabajo, las cuentas, los compromisos, los
pendientes en la empresa, el ascenso, todo lo había absorbido, todo había
ocupado su mente sin dejar siquiera un espacio para recordarlo, pero ahora
recordaba, lo hacía claramente, recordaba ese día tan feliz, ese día cuando
ella y él habían sido tan felices.
Cuando se casaron casi no tenían nada, él apenas había entrado a la
empresa y los dos acababan de salir de la universidad, pero eso no importaba,
lo que importaba era que estaban juntos y se amaban y querían vivir y compartir
sus vidas para siempre. Ahora él tenía un puesto importante y ganaba bien y vivían
en un mejor lugar y con mejores cosas, pero eso a ella no le importaba. Él
había luchado mucho por alcanzar ese puesto para que los dos vivieran mejor y
ella parecía no entenderlo, hasta que él lo comprendió. Antes no tenían nada y
ahora podían tenerlo todo, antes ella era feliz y ahora parecía no serlo; antes
no tenían nada pero eran felices y ahora que lo tenían todo eran infelices.
Antes tenían problemas económicos pero estaban juntos y felices y ahora les
sobraba el dinero y los lujos pero ahora él siempre estaba ocupado, ahora
siempre estaba ausente o distraído, incluso cuando estaban juntos en la
intimidad, siempre tenía algo en la mente que lo distraía y era eso lo que a ella
le disgustaba. Él ya no estaba para ella y aún cuando su cuerpo estaba, su
mente se encontraba en otro sitio. Ahí estaba ella, rodeada de cosas y de lujos,
en una casa cómoda y grande, pero sin él. Lo había comprendido al fin, al fin
comprendía lo que a gritos ella le estaba pidiendo, lo que ella necesitaba; él.
Ella necesitaba su amor, su presencia, su cariño, su compañía, ella lo
necesitaba a él; el dinero, la casa, los lujos, todo eso no importaba. Lo que
importaba era estar juntos y felices. Ahora sabía lo que debía hacer, tenía que
correr hacia ella, tomarla entre sus brazos y hacerle el amor. El trabajo no
importaba, presentaría su renuncia o pediría cambio de actividad, lo que fuese
necesario para tener tiempo y estar a su lado. Ahora debía estar con ella, esa
era su felicidad y la de ella. Así que encendió el auto y se dirigió a casa.
El cielo lucia
los hermosos tonos azules que se observan antes del alba. La carretera era
larga y recta, el aire era fresco. Faltaba muy poco tiempo para que llegase a
su casa, para que abrazara a su esposa, la mujer que tanto amaba. Entonces las
gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el parabrisas, primero ligeramente y
después con mayor fuerza y cantidad. Los limpiadores se movían de un lado a
otro a velocidad rápida, los autos pasaban rápido en sentido contrario. Algunos
autos que venían detrás suyo incluso lo rebasaban. Él tenía que llegar a casa,
debía aumentar la velocidad. Observaba con atención la carretera, los autos,
mientras el limpia parabrisas se movía de un lado a otro, tratando de disipar
las constantes gotas de lluvia que le dificultaban la visibilidad. Entonces su
celular comenzó a vibrar y a hacer ruido. Intentó sacarlo de su bolsa y ver qué
era pero el auto dio un salto al pasar sobre algo tirado en la carretera —seguramente algún animal—, por lo
que el celular cayó al suelo, entre sus pies. Bajó la mano intentando alcanzar
el celular, mientras con su mano izquierda sostenía el volante. Se agachó más
para poder alcanzar el celular, ya casi podía tocarlo. Cuando por fin lo
alcanzó, alzo la vista y logro observar la camioneta que se dirigía justo hacia
él.
Para cuando los
paramédicos llegaron él ya había muerto. Antes incluso de que los dos vehículos
chocaran él ya estaba muerto. El impacto hizo que su cuerpo rebotara contra el
asiento y el rebote contra la bolsa de aire le provocó una hemorragia cerebral.
Sus órganos internos también sufrieron graves daños provocados por los golpes,
los cuales colapsaron inmediatamente. El otro conductor sufrió igualmente
graves daños, necesitaría hospitalización, pero sobreviviría, habían logrado
salvarlo y ya lo trasladaban al hospital, pero con él había sido diferente.
Los rescatistas comenzaron a cortar el metal, intentando rescatar su
cuerpo muerto. Intentaron buscar su cartera o algo que pudiera identificarlo.
Encontraron un celular, aún funcionando. Tenía un mensaje de texto en la
bandeja de entrada, lo abrieron y este decía:
Regresa a casa
por favor, t
extraño,
perdóname. T amo
mucho. Vuelve mi vida.
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De: AA Marian Esposa
25/05/2013 05:52 AMM. C. B.
05 de Septiembre de 2013
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